domingo, 9 de agosto de 2020

Comer, Rezar, Amar

 

Comer, Rezar, Amar


Después de un divorcio traumático seguido de un desengaño amoroso y en plena crisis emocional y espiritual, Elizabeth Gilbert decide empezar de nuevo y emprende un largo viaje que la llevará sucesivamente a Italia, la India e Indonesia, tres escalas geográficas que se corresponden con otras tantas etapas de búsqueda interior. Este libro es la bitácora de esa doble travesía, en la que la autora descubrirá el placer sensual de la buena mesa y la buena conversación (la dolce vita romana), la paz interior alcanzada mediante la meditación en Bombay y, por fin, el deseado equilibrio entre cuerpo y espíritu en Bali.

Desde el inicio de la novela, el título nos permite adentrarnos en su contenido. Para muchos aburrido, para otros, un libro de autoayuda. Lo cierto es que muchas mujeres se vieron reflejadas en la protagonista y en su vorágine de emociones.

La pregunta inicial es, qué nos sucede, tanto hombres como mujeres, cuando estamos angustiados, tenemos miedo o experimentamos algún otro tipo de emoción. El primer órgano del cuerpo en evidenciar estas alteraciones es el estómago. Ya sea porque dejamos de comer o lo hacemos en exceso; al entrar en un estado depresivo, cuando la angustia es insondable, consecuentemente comenzamos a “rezar” pidiendo a Dios, a algún Santo o Ángel, al universo, a quién sea que depositemos la fe, que nos ayude, a sabiendas de que nadie puede hacerlo más que nosotros mismos. En contraposición a ello puede suceder que la perdamos y mostrando cierto enojo con el ser espiritual responsabilizándolo por lo sucedido.

Este conjunto de sensaciones desordenadas, conllevan a replantearnos nuestra existencia al punto de tocar fondo, y de la cual debemos resurgir como el ave fénix. Este es un proceso que debe transitarse durante el tiempo que nos sea necesario, no hay pasos a seguir y mucho menos un tiempo estimado. Resurgir del dolor dependerá de cómo cada ser humano lo acepte, porque el primer paso a la sanación es la aceptación. La aceptación de que “algo” nos causó dolor.

Anteriormente, mencionaba la pérdida o apertura del apetito. El primer síntoma de dolor en el alma que afecta al cuerpo se manifiesta en el sistema digestivo; de una u otra manera perdemos o aumentamos exacerbadamente de peso, y así lo califico puesto que se evidencia notablemente al mundo. Sin embargo, cuando llegamos a este punto ya hemos transitado gran parte del camino del dolor. Muchas personas tienen la necesidad de saciar la emoción de turno a través de los alimentos y lo hacen en exceso, a veces hasta provocar un atragantamiento o incluso consecuencias más graves; por otro lado, están aquellos que sienten pérdida del apetito, manifiestan que “se les cierra el estómago”, o bien siente dolor en la garganta al ingerir. Así, en poco tiempo vamos cayendo lenta y silenciosamente en la profundidad de un océano de emociones en la que sentimos que nos ahogamos.

La autora de esta inusitada novela, relata cómo disfruta sus cuatro meses en Italia (uno de los países cuya inicial es I al igual que India e Indonesia) y de los placeres culinarios que, sigilosamente, le proporcionan retornar a su peso corporal ideal. Esto sucede cuando el proceso se revierte dando inicio a la sanación mediante una introspección.

Entonces, recuperamos el peso corporal, ahora le damos permiso al aspecto espiritual.

Al inicio la protagonista narra en primera persona cómo rezó a Dios, aun sin ser creyente, rogándole que la ayudara a no sentir más dolor, puesto que no resistía vivir así. La depresión llegó al punto de tener que acceder al acompañamiento psiquiátrico a través de medicación, la cual siempre le resultó desfavorable (razones que amplía en su libro). El proceso inverso se da cuando ella viaja a India (segundo país com I) y se encuentra con una gurú que le enseña, durante los subsiguientes cuatro meses, todos los secretos de la meditación y el yoga. Así, poco a poco, recupera la fe que había perdido.

Cuando nos adentramos en este estado, lo hacemos con el anhelo de recuperarnos del dolor, aquel que permitimos que nos afectase, puesto que allí radica la aceptación, “hacernos cargo” de la responsabilidad del sufrimiento.

Muchas veces creemos que la soledad es un enemigo, sin embargo es necesaria para ahondar en nuestro interior y la soledad termina por ser la mejor compañía. Elizabeth detalla su experiencia día tras día con la meditación. Esta práctica es un entrenamiento para la mente y el corazón que lleva una mayor libertad mental y emocional. No implica “controlar la mente” sino simplemente un entrenamiento para llegar a ser más consciente de las experiencias con un actitud diferente y acorde a cada uno, permitiendo relacionar la vida desde una perspectiva más fluida, amplia y estable.

Es importante destacar que el tiempo que conlleve este proceso de espiritualidad dependerá de múltiples factores individuales como así también el contexto. No importa el lugar en el mundo en que nos encontremos, siempre estaremos en el lugar y momento indicado para transitar el proceso.

Una vez recuperado el peso ideal y la fe, nos imbuimos en el amor. El sentimiento de amor es estar en unión con la propia fuente, unificar de manera coherente el alma, el corazón y la mente, Como decía Osho, enraizar el deseo en la existencia de Dios. Es justamente lo que Elizabeth Gilbert plantea desde el preludio de esta maravillosa novela, la comunión con Dios.

Los últimos cuatro meses de viaje subsisten en Indonesia, último país con I. Allí, no solo refuerza la espiritualidad aprehendida en India, la importancia y el placer de alimentarse que trajo consigo de Italia, sino que se enraiza en un presente prometedor, cercano al equilibrio y al amor en el que el pasado ya no le pertenece y el futuro le es desconocido.

No obstante, el proceso de sanación no culmina con la comunión con Dios, sino también en las decisiones que comienza a tomar para emprender un nuevo camino, una nueva vida, un nuevo viaje.

hora bien. He destacado las iniciales de los países que la protagonista visitó durante este periodo: Italia, India e Indonesia. Sin embargo, al final de la historia inicia una nueva aventura (poética) cuyos países responden a la métrica viajera AABB: Austrália, América, Bali, Brasil. Desde una perspectiva literaria podemos establecer la siguiente relación análoga.

Teniendo en cuenta que la rima asonante es aquella donde coinciden los sonidos vocálicos en la última sílaba de cada verso, ésta podría corresponderse a los países cuya inicial I representan, no solo el comienzo de una vida distinta, sino la enseñanza al final de cada viaje. Por lo tanto, la sílaba acentuada podría simbolizar el aprendizaje en cada uno de eso países.

Por otro lado, la rima consonante es aquella donde coinciden todos los sonidos de la última sílaba de cada verso, tanto vocales como consonantes. En este sentido, ésta correspondería a los países AABB los cuales integran todos y cada uno de los países que conformarán su nueva vida. Como la rima consonante.

Tanto en la rima asonante como en la consonante coinciden los sonidos al final de los versos que conforman el poema. La historia de Elizabeth Gilbert es un poema donde los aprendizajes y las experiencias confluyen al final de cada verso, es decir, de cada país.

Nuestra protagonista dejó atrás un tortuoso divorcio, una relación rebote y /o tóxica (como se nombra actualmente) posterior al divorcio y emprendió este viaje. Es aquí donde ella misma observa y palpa orgullosamente, por mérito propio, los cambios realizados durante este periodo: amarse, ser feliz y enamorarse.

No importa en qué parte del mundo o en qué sitio nos encontremos; lo trascendental será cómo emprender el viaje de la vida sin permitir que el sufrimiento nos ahogue. Amarse es el secreto.

¡Attraversiamo!

Hasta la próxima, amig@s @maclovefly

jueves, 16 de julio de 2020

Camino al receso


Camino al receso 

El 19 de marzo el Presidente de la Nación anunciaba el inicio de una cuarentena obligatoria. Por lo tanto,  a la mañana siguiente no iríamos a la escuela, ni  en los próximos 15 días, ni en los próximos meses.

 Adecuándonos a nuevos y distintos hábitos de higiene, distanciamiento social y una nueva forma de vivir donde el barbijo comenzó a ser la sonrisa común  en todos, el alcohol se convirtió en nuestro perfume, los besos y abrazos dejaron de ser transmisores de sentimientos y emociones por ser un trasmisor del virus Covid-19; el aula virtual fue el nuevo espacio para alumnos, docentes y padres; las familias se transformaron en nuestros nuevos maestros y guías de estudio.

Fue extraño ver plazas sin niños, escuelas sin alumnos, sábados sin amigos, negocios sin clientes y la mesa larga de los domingos sin familiares.

Fue difícil quedarnos encerrados y entender que era necesario para nuestra salud y nuestra vida y consecuentemente que nuestras emociones fueran como una montaña rusa. El lunes expectantes, el martes enojados o frustrados, el miércoles tristes o angustiados, el jueves ansiosos, el viernes alegres u optimistas.  Así, tuvimos que entender  la pandemia y  no como  un simple virus llamado Coronavirus.

La escuela, la segunda casa; los docentes, los segundos padres y  los alumnos, todos protagonistas de una manera distinta de enseñar y  de aprender. Todos y cada uno debimos experimentar  el comunicarnos vía mail, classroon, zoom y hasta wsp. El número del profe ya no era un incógnito, ¡ era un recurso!  “Profe, no entendí la 2, ¿me explica?” y aun con nuestros horarios cambiados por la ansiedad e incertidumbre, aun en la comodidad de casa con una vida propia, el profe con la compu encendida, el mail y el wsp abierto ante cualquier consulta entre  sus cientos de alumnos, respondía: “Sí, decime tu nombre y curso…” y salía entonces el audio explicativo.

Ustedes en casa, leyendo los trabajos a través del celu o de una netbook; tratando de sacar captura a las hojas y enviarlas cuando tuvieran acceso por un ratito a los datos móviles, porque los hermanitos también tenían que cumplir y no todos gozamos del servicio de internet en casa.

Algunos, con la suerte de tener el acompañamiento de la familia, ya sea porque los padres trabajan o porque  les es difícil repartir el tiempo de tareas entre los hermanos.

Siempre tratando de Cumplir con todas las materias, porque todos los profes suben tarea los lunes.  Y de tantos lunes, después de tantas fases de aislamiento,  llegó el receso.

El receso escolar, aquel que nos permitirá nutrir nuestras mentes y corazón de aquello que nos satisfaga. No más tareas, no más reuniones o video llamadas, no mas comunicados o llamados de atención de los profes: no mas cálculos, ni lecturas, ni fechas, ni mapas! No más conexión, sino Desconexión, solo para reiniciarnos.

Seguiremos con nuestras sonrisas debajo del barbijo, seguiremos con el olor del alcohol, sin ver a nuestros afectos, sin darnos un beso o un abrazo pero con la convicción de que el esfuerzo realizado durante todo este tiempo ah sido con el objetivo de vivir y crecer, porque aprender es una tarea eterna que nos llevará a ser grandes.

Hasta el próximo artículo, amig@s!

La voz es efímera frente a las acciones

 


domingo, 5 de julio de 2020

Duelo amoroso:"Espero curarme de ti"


Duelo amoroso:"Espero curarme de ti"


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El siguiente poema de Jaime Sabines, refleja la necesidad de soltar aquello que no nos pertenece, el darse un poco más de tiempo con la sola esperanza de que algo produzca un cambio y evitemos el dolor que causa el desamor, hasta haberlo dado todo.

Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad.
¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.
Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo: «qué calor hace», «dame agua», «¿sabes manejar?», «se hizo de noche»... Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho «ya es tarde», y tú sabías que decía «te quiero»).
Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.

Todos alguna vez hemos tenido que superar un duelo amoroso y buscar los recursos para lograr sobrellevarlo. Tal proceso, doloroso y difícil, debe ser transitado para sanar. Esto no significa que se deba olvidar, sino por el contrario, aceptar lo vivido como parte de la experiencia y el aprendizaje que permitirá seguir adelante con la vida.
Al final de toda relación, se tiene la convicción de que el mundo se termina y no hay posibilidad de seguir adelante, Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón, expresa Sabines en su poema.
Si bien, nos aferramos a lo bueno como mecanismo de defensa para no sufrir, luego sucede de la misma manera con lo malo. Es en este punto es cuando se refleja el apego que se construyó hacía esa persona. Entonces, se debe trabajar en el desapego, que implica dejar fluir lo bueno y lo malo; dejar atrás una relación que seguramente provocaba  sufrimiento.
Según la psicología, el duelo es un estado en el que se siente que algo se ha perdido, ya sea una persona, un objeto preciado o una situación. En cuanto al amor, hay fases por las que se transita y que no necesariamente deben seguir un orden. Esto dependerá de múltiples factores como el tiempo e intensidad de la relación, la persona y la experiencia vivida de cada uno. Conozcamos cuáles son los estados que se experimentan tras una ruptura.

 Fase de negación y aislamiento

Esta fase se caracteriza porque la persona niega la realidad y actúa como si todo continuara igual. Es una etapa generalmente breve, que suele ocurrir como forma de protección, pues el impacto de la ruptura es tan grande que cuesta asimilarlo. "Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad". En esta etapa es importante que el individuo sea consciente de las emociones que siente y el motivo por el cual están ahí. Es necesario que vea la situación de la manera más objetiva para obtener más claridad.

Fase de ira

Esta fase se caracteriza porque la persona siente una rabia y una ira muy fuerte hacia la persona que la ha dejado. Si en la fase anterior la persona no quería aceptar la realidad, ahora siente una tremenda frustración por lo que ha ocurrido y culpa al otro de los males de la pareja "Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama". Entonces suele aparecer la venganza. En ocasiones, ocurre también que, ante esta situación, la rabia se dirija hacia uno mismo o las personas a su alrededor como modo de desprenderse de lo idílico.

Fase de negociación

Este estado puede ser realmente peligroso si no se gestiona bien, pues en un intento de aceptar la situación y acercarse a la otra persona de nuevo, se puede cometer el error de tratar de hacer cualquier cosa por recuperar la relación. Un mal acercamiento puede arruinar de nuevo la situación, e incluso empeorarla, "¿Te parece bien que te quiera nada más una semana?".

Fase de depresión

En esta etapa la persona pierde la esperanza de recuperar a esa persona que realmente ha amado. Comienza a ser objetivo y a darse cuenta de que no hay marcha atrás. "Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto". Por lo que se siente realmente apenado ante la pérdida de quien fue tan especial para él o ella.

Fase de aceptación

Tras la tristeza de la fase anterior, la persona comienza a visualizar un nuevo futuro. Acepta que la relación se acabó y que lo que no pudo ser, no será. "Sólo quiero una semana para entender las cosas". Ya no busca estar con la otra persona y se siente en paz y preparado para conocer a una nueva pareja.

Es fundamental tener en cuenta que los estadios pueden alternarse, pero indefectiblemente se transitan todos y cada uno. No puede establecerse un tiempo determinado de superación, ya que dependerá de la persona. Lo que sí es importante buscar ayuda, compañía y contención; en estos casos la familia y amigos son pilares para transitar el momento. Pero la pregunta del millón es: “¿Cuánto tiempo estaré así?”. Y la verdad es que no se puede establecer un tiempo determinado para decir cuándo se podrá estar mejor tras una ruptura de pareja. Diferentes autores han establecido que el proceso de duelo por una ruptura de este tipo tiene una duración aproximada de entre seis meses y dos años. Y el tiempo de superación dependerá de los diferentes factores ya mencionados con antelación.
No obstante, se puede reconocer un estado y es que por fin se tiene la sensación de estar más días bien que mal. Se recupera el control de la vida: se sienten ganas de cuidarse, de dedicarse tiempo, de salir y conocer gente, porque seguramente es el momento en el que uno se siente preparado o preparada para iniciar una nueva relación. Después de un tiempo pensando que nunca más volveríamos a estar con alguien, es normal sentirse con dudas y miedos. La comparación de las posibles nuevas parejas con las anteriores es inevitable, pero no se puede omitir que cada persona y cada relación es diferente.
Y tras un arduo y doloroso período, aquí comienza una nueva etapa. El proceso de duelo por la ruptura ha finalizado. Es importante tener presente que las relaciones que han sido importantes para nosotros no se pueden olvidar, pero con el tiempo llega el momento en que se recuerda la relación sin dolor y se puede decir "pude curarme de tí".

@MacLoveFly
La voz es efímera frente a las acciones

jueves, 18 de junio de 2020

jueves, 11 de junio de 2020

Narcisista: Príncipe y mendigo

Príncipe y mendigo

La novela de Mark Twain relata la historia de un niño mendigo que anhela ser príncipe a al menos conocer a uno; otro, heredero del trono que, como en un juego, le propone intercambiar roles. Así, se evidencian ambas personalidades, valores y emociones. Pero no todo en la vida es lo que parece ser y a diferencia de está novela, un sujeto con el Síndrome Narcisista cree ser príncipe puesto que su estructura mental se lo permite, sin embargo, y en contraposición a ello, es un mendigo, ya que carece de emociones, empatía y formas de relacionarse afectivamente como lo haría cualquier otro individuo.
El término Narcisismo, acuñado por Freud, hace referencia al mito de Narciso, que evoca el amor orientado hacia uno mismo. Este concepto representa un modo particular de relación con la sexualidad, designa un estado de “amor por uno mismo”.
Según el padre del psicoanálisis, la libido que influye hacia el YO por medio de las identificaciones, representa su narcisismo secundario. Así, la transformación de los investimentos de objeto en identificaciones, contribuye en gran medida a la formación del YO.
La personalidad narcisista se caracteriza por un tipo de relación presidida por la soberbia, la arrogancia, por la sobrevaloración como consecuencia de su baja autoestima. Además, se asocia al desprecio y la desvalorización hacía los demás. Sin embargo, no todo sujeto con esos rasgos parecerá este trastorno de la personalidad. El narcisista tiende a colocar dentro de sí todo lo bueno y fuera todo lo malo porque trastorna el sentido de la realidad y la relación con ésta. Asimismo, la proyección de los aspectos débiles y dependientes del propio, en tanto que la vanidad y el deseo de ser admirado es una necesidad ya que su estructura mental es rígida y defensiva, no evolutiva.
En cuanto a las relaciones afectivas, este tipo de individuos idealiza un objeto donde el otro aparece como un reflejo de sí mismo alimentando un autoestima insuficiente porque la libido está investida en el propio YO al no reconocer la existencia del otro.
Comunmente, una persona evoluciona a partir de su YO. De hecho, el ego normal es conciente, puede controlarse. Por su parte, el narcisista racionaliza sus sentimientos y/o emociones puesto que los reprime, de ahí su apatía y altanería.
Socialmente, su personalidad manifiesta se contrasta con lo que su inconsciente reprime. Suele mostrarse atento, agradable y cualquier actividad o proyecto que lleve a cabo será focalizada y explotada al máximo potencial para ser admirado y sobrevalorado. Éste absorbe la energía del otro como combustible para retroalimentar su ego y sus carencias dejando a la víctima despojada de amor propio.
Es muy difícil identificar a este tipo de individuos ya que la (seudo) perfección, la (supuesta) seguridad de sí mismo, los aspectos manifiestos como cualidades al inicio de toda relación interpersonal son rasgos atrayentes y positivos de un ideal inexistente. Irá consumiendo poco a poco la sensibilidad, los valores y las emociones de otro hasta agotarlas. Consecuentemente, procederá al descarte abrupto para fijar su libido en un nuevo sujeto, una nueva víctima que le brindará el combustible necesario para mantenerse por sobre los demás y así lo hará durante toda su vida, llegando a una adultez solitaria e inmadura. El narcisista es incapaz de mantener una relación estable y sostenida en el tiempo, razón por la cual la infidelidad está a la orden del dia.
¿Cómo reconocer a una persona con el Síndrome Narcisista? En principio no permitir jamás la manipulación en cualquiera de sus formas creyendo falsamente que por no ceder se perderá el amor de esa ésta. Tener en cuenta las señales de alarma que al principio son comunes en todas las relaciones: el enamoramiento, la atención, la inteligencia,los elogios; todo ello hasta la conquista, hasta obtener el objete preciado. Advertir que solo cuentan sus ideas sin importar el pensamiento o sentimiento del otro; muestra una postura de superioridad; no reconoce errores porque la culpa siempre será del otro ya que no aceptan responsabilidades; es incapaz de mostrar gratitud y generalmente es líder en el ámbito que se maneje; jamás cambia y elimina de su vida a todo aquel que no acepte sus condiciones, cuando no se le agradezca o cuando se lo responsabilice por alguna circunstancia.
¿Qué hacer frente a este tipo de personas? Alejarse. Ya sea familiar, amigo, pareja o compañero de trabajo. Cortar todo tipo de contacto, transitar el proceso de sanación para curar las heridas causadas. Luego, será esencial controlar las emociones y tener presente la importancia de quererse y respetarse por sobre todas las cosas. Comenzar de nuevo es una buena opción, ya que la vida siempre traerá algo mejor.
Hasta el próximo artículo, amig@s!
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Socializar en tiempo de pandemia



Socializar en tiempo de pandemia

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“Todo el mundo ve lo que aparenta ser, pocos experimentan lo que realmente eres”. Frase del célebre filósofo y escritor Maquiavelo.
Actualmente Internet, sobretodo las redes sociales, juegan un papel fundamental para la socialización. Sin embargo, en medio de una pandemia, en la que se deben cumplir ciertas normas de convivencia, las personas acuden a recursos básicos para sostener las relaciones afectivas.
Las distintas plataformas como Facebook,. WhatsApp, Instagram, etc., han facilitado no sólo la comunicación sino también ha generado un aumento en las publicaciones de imágenes como ser fotos, frases, memes o eatados debido al tiempo de ocio del que todos disponen. De manera tal que se muestra una vida “alterna” a la realidad. Fotos de perfil mayormente editadas, un like 👍 a la imagen subida por un amigo/a que denota su almuerzo o cena, la canción que escuchó, a qué hora duerme o despierta, qué películas mira, con quién está pasando la cuaretena y una vida expuesta. Pero, ¿Mostramos quienes realmente somos?
El ser humano tiende a mostrar la mejor versión de sí, razón por la cual, selecciona estratégicamente aquello que va a compartir de manera pública o no.
Todos tenemos una pizca de ego del que necesitamos recibir cierta gratificación que conlleve a mejorar o mantener nuestro estado de ánimo, sin embargo, hay personas que se tornan narcisistas. Un estudio realizado en Londres, señaló que el 11% de la población tiene rasgos narcisistas o psicópata en mayor o menor medida. Y es este grupo característico quién más selectivo es para las publicaciones en las redes, si es que las tienen, puesto que generalmente éstas los exponen y sería terrible para su imágen.
Volviendo al tema que nos compete en ésta oportunidad es reflexionar sobre esa línea delgada entre lo que se deja ver y lo que no. Pensar en qué imágen pretende uno dar y para qué o para quién; cuán importante es lo que piensen de uno cuando en realidad la vida propia es lo que debe preocupar y procurar que lo que uno sea, lo haga sentir lo mejor posible y mejor aún, feliz.
Utilicemos las redes como medio de comunicación, como entretenimiento, siempre de manera segura, sin aparentar ser otro, ya que lo valioso de la vida es que nos quieran y respeten por la esencia de nuestro ser.
¡Hasta la próxima amig@s!
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